ERES EL VISITANTE Nº

viernes, 31 de julio de 2009

Discurso sin método


Por César Hildebrandt

El doctor Alan García promete que en el 2021, el año del bicentenario de la independencia, Perú será un país del primer mundo. Será un milagro pertenecer al ranking del primer mundo con presidentes del tercero, digo yo.

Después habla de un pueblo convocado que hará obras públicas sin intermediació n de autoridades ni burocracias. O sea, como lo trató de hacer Belaunde con su Cooperación Popular y las históricas placas donde se leía: “El pueblo lo hizo”.

Señala en seguida que gracias a él la pobreza ha bajado 14 puntos porcentuales: de 50 a 36 por ciento. Sólo Fujimori mentía con esta desfachatez. Las estimaciones más optimistas apuntan a una reducción real –metodología nueva y algo tramposa incluida- de cuatro puntos porcentuales.

Al rato demanda al ministro del Interior que use las armas de la policía “sin vacilación”. No lo satisface Bagua. Quiere más. Y en ningún momento del discurso lamenta la muerte de los 10 nativos. Reserva sus pesares sólo para los policías asesinados. Penas unilaterales de conservador converso.

Insiste, otra vez, en citar mal a Vallejo: “Pero hay, hermanos, muchísimo más que hacer”, dice con voz de recitador en el teatro Segura. Y no ha dicho que esté parafraseando. ¿Por qué le gustará manosear al pobre Vallejo?

Se jacta de que los teléfonos celulares ya no son los cinco millones que él encontró. “Ahora hay 20 millones”, se fascina. Como si ese no fuera el negocio leonino de Telefónica, Claro y Nextel.

Segundos más tarde, un gran hallazgo retórico: “Tuvimos errores”. Pero, oh desilusión, no señala cuáles. La autocrítica no le alcanza para tanto.

En seguida dice que parte de su misión es “salvar al Perú de la crisis mundial”. Pero en el mismo discurso dice que ya hay señales de que el mundo está saliendo de la crisis. ¿De qué nos salvará, entonces? ¿Por qué no nos salva de él mismo?

Con el cinismo en ristre afirma que la democracia requiere de “poderes independientes”. No alcanzo a distinguir si Luis Alva Castro, su seudónimo en el Congreso servil, lo mira con especial devoción en ese momento.

“Cualquiera puede movilizar a las turbas”, exclama indignado. Una turba de aplausos convenidos lo interrumpe.

“El modelo estatista y autoritario necesita controlar al parlamento”, reincide. Pero ya no parece cinismo sino alguna encefalopatía.

Anuncia que presentará el Código del Consumo y que una nueva cárcel en la selva espera a los corruptos. Pero no habla de la corrupción que invade su gobierno ni de la fiscalización que la puede evitar y que él, más bien, quiere debilitar para apurar el gasto.

“Haremos la Descentralizació n Popular No Burocrática”, persevera. Es que cuando se prometen idioteces nadie va a reclamar su no cumplimiento. ¿Se imaginan a alguien diciéndole dentro de once meses: ¡usted prometió la Descentralizació n Popular No Burocrática y no ha cumplido!?

Y a renglón seguido una frase que quedará para la historia del ridículo: “La mejor manera de dialogar es gastar...” Como si todo fuera un asunto de dinero. Como si el sentido de la dignidad no hubiese estado presente en las cóleras de Bagua y en las lejanías hostiles del sur andino.

“Tengo un pacto sagrado con los jóvenes”, afirma. ¿Ignora que la mayor parte de los secretarios regionales de la Juventud Aprista se han pronunciado en contra de la expulsión ignominiosa de Luis Alberto Salgado, castigado por decir que el Apra se ha apartado de su cauce?

¿Y su respuesta a la reforma del Estado? Parece una broma: “¡Los Núcleos Ejecutores de Jóvenes!” Cree que con cuadrillas de obreros provisionales que hagan escaleras y limpien acequias se arreglará el problema del Estado-botín, del Estado cuadrapléjico que complica las cosas y produce la más alta cuota de corrupción.

Cuando anuncia que en el 2010 el Perú deberá de crecer por encima del 6 por ciento, ya la cosa es digna de “Los chistosos”. Lo mismo que cuando se enorgullece del precio de la gasolina (aunque no dice que el barril del crudo ha bajado 80 dólares desde su pico de 145 y que a eso se debe la insuficiente reducción del precio del galón de combustible) .

Cual socio de Telefónica o amigo de Carlitos Slim (que lo es), se hincha para decir que hoy tenemos 772,000 conexiones de banda ancha.. Lo que no puede reconocer es que las tarifas que aquí se cobran son las más caras de la región.

Y otro anuncio: “Comenzará la derivación de Huascacocha” (para la Central de Huachipa). No dice cuándo ni cuánto cuesta ni en qué estado está el estudio. Llena las páginas de augurios coloridos como este: “Se completará la entrega de 292,000 computadoras entre escolares...”

Ya no es circense ni festivo cuando grita que “se ha capturado a 498 sospechosos de terrorismo”. No precisa cuántos de esos sospechosos tuvieron que ser liberados porque sus detenciones fueron brutales y arbitrarias.

Pero quizá lo peor del malhadado discurso ha sido aquello del Núcleo Básico de Defensa.

Ha sido de una absoluta irresponsabilidad histórica mentirle al Perú diciendo lo que no es y anunciando “terribles sorpresas” que sólo existen en la cabeza de Su Excelencia. Estamos desarmados frente a Chile. Dependemos del pacifismo de Chile, no del nuestro. Esa es la pura verdad.

miércoles, 22 de julio de 2009

¿Y EL IMPERIALISMO?

El fundamentalismo indigenista plantea forjar un planeta en el que coexistan armoniosamente los seres humanos y la naturaleza, sin contaminación ambiental y sin carreras armamentistas. Para alcanzar los celestiales objetivos, dos altos personeros de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Manuela Tomei y Lee Swepson, entregaron en Ginebra, Suiza, en julio de 1995, la “Guía para la Aplicación del Convenio 169”, de 1989, sobre pueblos indígenas y tribales. Tomei y Swepson destacan que la citada guía “pretende contribuir al diálogo entre los gobiernos, las organizaciones indígenas y las ONG”.

Es obvio que para construir un mundo diferente se requiere terminar con el dominio de los países imperialistas, responsables de sistemáticos genocidios, como los de Irak y Afganistán, de la oprobiosa deuda externa, de las guerras tribales en el África, a fin de apropiarse del petróleo, oro y piedras preciosas, de la instauración de dictaduras sangrientas como las de Pinochet, Trujillo o Somoza y del comercio impune de drogas y tráfico de armas, gracias a paraísos fiscales, evasores de multimillonarios impuestos.

Los filantrópicos enunciados de la OIT generan dudas cuando las grandes ONG, beneficiarias de ilimitados financiamientos de las superpotencias, transnacionales y organismos financieros internacionales, aparecen como salvadoras de la humanidad. ¿Podrá creerse que los todopoderosos resolvieron financiar su propio entierro?

Podrá argumentarse que la OIT reconoce derechos de los pueblos indígenas y tribales sin excepción, lo que demostraría su carácter universal y democrático. Lo anterior olvida que los países altamente industrializados no sufren riesgo por la emergencia del indigenismo a ultranza, lo que no ocurre con aquellos que no han terminado de consolidarse.

Al Estado francés, por ejemplo, no le afecta que los tahitianos de la Polinesia Francesa tengan todas las prerrogativas imaginables, como la autodeterminación, la libre disposición de recursos no renovables o el mantener sus formas de administrar justicia. No obstante, no ocurre lo mismo con la frágil Bolivia, en la que esos mismos derechos en manos de 36 “naciones” indígenas, culminarán con su disgregación inevitable.

El 169 tiene connotaciones diversas. En EEUU, sirve para que 200 pueblos indígenas administren casinos y casas de juego dentro de sus territorios con exenciones fiscales. En el 2007, en tanto casinos de Las Vegas facturaron 6.000 millones de dólares, los pertenecientes a las reservas tribales llegaron a 25.000 millones. La tribu de los Semioles adquirió Hard Café en Hollywood y Tampa en 965 millones de dólares y junto a otra “nación” aborigen, los Miccosukees, logró, el 2006, utilidades por 1.600 millones de dólares. El ex candidato presidencial John McCain denunció que en los casinos indígenas prolifera la drogadicción, prostitución, alcoholismo y delincuencia, en los que la degradación humana, indígenas incluidos, es pavorosa. ¿Este será el futuro que añoran los ultra indigenistas para la humanidad?

Lo anterior no significa ignorar la deuda histórica con los pueblos precolombinos. El problema reside en definir si esa deuda se la encara, en el caso de nuestro país, alrededor de la nacionalidad boliviana, que cohesiona a toda la población, o se permite que las ONG y sus empleados nativos destruyan ese eje de cohesión. La nación boliviana, de la que los pueblos nativos son parte esencial, debe rescatar los legados indígenas, sin destruir la visión unificadora construida por el pensamiento nacional, a fin de cerrar el paso, además, a los incesantes intentos separatistas de la oligarquía cruceña.

"Seguimos profesando la religión del despilfarro"

Entrevista a Joaquim Sempere, autor del libro "Mejor con Menos" de la editorial "Crítica"
Estudioso de las necesidades humanas, Sempere contiene las suyas: luce un reloj con mucho tiempo encima y no gastaría en ropa nueva si su mujer no le presionase. Se hizo una casa con arquitectura bioclimática en la que todo se enciende y calienta con energía solar. Habla con voz queda, como si no quisiera desgastar el aire. Militó hace años en el PSUC "por compromiso ético" y lo dejó "falto de vocación de político profesional". Hoy escribe libros como Mejor con menos (Crítica), con datos y esta idea: si en 1941 la socioeconomía estadounidense fue capaz de reconvertirse en pocas semanas al servicio de la guerra, ¿no podremos hacerlo en favor de la austeridad y de la sostenibilidad del bienestar?

Acuse.

Seguimos profesando la religión del despilfarro.

Argumente.

Compramos bienes que han sido fabricados para durar pocos años, cuando podrían fabricarse para funcionar durante muchísimos años más.

¿Qué productos?
Coches, electrodomésticos... Los hacen para que fallen a los pocos años, calculan su obsolescencia. Pero nos incitan a quererlos ¡y los queremos sin cuestionarnos nada! Y la industria nos inunda de modas pasajeras, productos nuevos sustitutos de otros...

Los necesitamos.

Las necesidades las determina tu red social: lo que hoy consideramos imprescindible ¡no lo necesitábamos años atrás!

¿Se refiere a mi móvil?
Y ordenador, televisor, microondas, lavaplatos, aspirador... ¡tantos objetos sin los que habíamos vivido siempre!

¿Dónde trazo la frontera entre necesario y superfluo?
Las únicas necesidades básicas universales son comer, beber y dormir, además del afecto y el reconocimiento.

¿Me propone volver a las cavernas?
No, pero sí que seamos conscientes del abusivo consumo energético actual. ¿Es sostenible en el tiempo?

¿Lo es?
Lo sería si aprovechásemos la energía con más eficiencia, y si obtuviésemos energía de otras fuentes. De lo contrario...

¿Qué?
Hoy extraemos el 80% de nuestra energía de los combustibles fósiles - petróleo, carbón, gas-¡a sabiendas de que tienen fecha de caducidad!

¿Cuándo se nos acabarán?
Declinarán irreversiblemente dentro de unos 20 años, según la mayoría de cálculos.
Y luego, ¿qué?
Perderemos nuestro actual confort, a menos que empecemos a actuar ahora mismo.

¿En qué sentido?
Invirtiendo dinero en energías renovables: eólica, solar fotovoltaica, solar térmica...

Y nuclear, señor Sempere.
¡No! Es una herencia ruinosa para nuestros hijos y nietos: cada euro invertido hoy en energía eólica produce lo mismo - y sin residuos ni riesgos, e indefinidamente-que cada euro invertido en energía nuclear.

Pero los molinos eólicos devoran mucho espacio natural, bellos paisajes...
Es su única desventaja, pero si queremos mantener nuestro confort...

¿Y si sigue creciendo la población, qué?
Es un problema. Habrá que generar más energía… o consumir un poquito menos cada uno. Los recursos del planeta están al límite: lo sensato, pues, es ser más austeros.

¿Cómo hacemos eso en la práctica?
¡Hay todavía muchas medidas que adoptar para sacarle más partido a la energía!

Dígame y voy tomando nota.
Fabricar un tipo universal de cargador de móviles. Imponer un mejor aislamiento térmico de nuestras viviendas (¡ahorraremos millones en calefacción!). Fabricar sin obsolescencia. Reciclar metales en la industria metalúrgica. Reutilizar botellas de vidrio. Depurar aguas. Calentar el agua con energía solar. Prohibir la bombilla incandescente, sustituyéndola por la de bajo consumo (da la misma luz consumiendo cinco veces menos)... ¡Preservemos nuestro confort, pero con menos consumo de recursos!

¿Alguna otra idea ahorradora?
Fomentar el transporte público y también un eficaz sistema de alquiler de coches.

¿Algo así como un bicing de coches?
Sí. Haga números: ¡tener un coche en propiedad es un despilfarro! Dos, no le cuento.

¿Desde cuándo nos atrapa la tentación del despilfarro?
Está en la naturaleza humana, pero la agrava el mimetismo social: lo que desde siempre hacían unas minorías dominantes (para distinguirse) ¡acabaron haciéndolo las masas en la segunda mitad del siglo XX!
Y se disparó el consumo de recursos.
En los últimos 200 años, la población mundial se ha multiplicado por siete, ¡y la producción de bienes se ha multiplicado por sesenta! Por eso debemos cambiar la economía cowboy por la economía nave Tierra.

¿Qué dos economías son esas?
La primera consiste en ocupar nuevas tierras a caballo, dejando atrás las que agotaste. La segunda, vivir como los astronautas en vuelo espacial: ¡reciclan incluso la orina, y con poco agua subsisten sin problemas!

Veo muy difícil cambiar de paradigma...
Tiene usted razón: somos cortoplacistas y sólo reaccionaremos a las malas, a la fuerza, ¡cuándo ya no nos quede más remedio!
Y lo que ahora más preocupa, a corto plazo, es el paro.
Que es consecuencia de tantos excesos acumulados por este sistema de crecimiento desmedido, expansivo. Un sistema económico basado en la avidez de ganancias más que en el bienestar de las personas. Y aquí me gustaría decirles algo a los sindicatos..

Dígalo.
Más que el consumo privado, ¡defended el Estado del bienestar! Es nuestra garantía de futuro. O nos quedaremos a la intemperie. Propongo un socialismo de mercado: ¡sin regulación no hay libertad viable!

¿Algo más, para completar su modelo?
Menos consumo y más inversiones en energías renovables. ¿Y por qué un banco tiene que ser negocio? Nacionalicemos la banca.

Mejor con menos

Joaquim Sempere es profesor de Teoría Sociológica en la Universidad de Barcelona

martes, 14 de julio de 2009

Cumbre del G8 OTRO CANTO DE SIRENA

En la Cumbre del año pasado los líderes de los ocho países más ricos del mundo miraron a otro lado cuando los más pobres les hicieron demandas imperiosas para hacer frente a la repentina elevación en los precios de los alimentos que estaba produciendo la especulación financiera, una actividad que las instituciones gobernadas por los ricos habían consentido cuando no alentado mediante sus medidas liberalizadoras. Ahora, en Italia, al menos han incluido en la agenda cuestiones como la seguridad alimentaria y el cambio climático que hasta hace bien poco ni siquiera merecían la naturaleza de problemas que hubieran de ser planteados abiertamente en las cumbres. Incluso se ha hablado con cifras en la mano y de cantidades más generosas. Novedades que han merecido las alabanzas de muchos medios de comunicación, de dirigentes políticos y creadores de opinión de las tendencias más variadas. “Papi” Silvio manifestaba su propio sentir y cabe pensar que el de los demás líderes al decir que tenía "la gran satisfacción de anunciar que se ha acordado crear un fondo contra el hambre de 20.000 millones de dólares".

Las agencias enseguida anunciaban que “el G8 se moviliza contra el hambre”, que toma las riendas de la lucha contra el cambio climático y que Obama ha logrado imponer un impulso nuevo y más contundente para que este grupo de países privilegiados se convierta efectivamente en el motor que permita aplicar las soluciones que tanto se echan en falta en el mundo.

Mucho más, si se tiene en cuenta que el acuerdo sobre ese fondo se enmarca en un ambicioso conjunto de reuniones diversas y siete documentos, y que recogen los debates y decisiones de la Cumbre y que tratan sobre el liderazgo responsable para un futuro sostenible, del avance en el Tratado de No Proliferación, de la lucha contra el terrorismo, de la necesidad de elaborar una agenda global, de los problemas económicos y del cambio climático, de los compromisos para afrontar la situación del continente africano y de la seguridad alimentaria.
Es verdad, pues, que se incorporan elementos novedosos y algunos compromisos que desde luego serían extraordinariamente importantes si se resolvieran en medidas concretas. Pero ni siquiera así se puede considerar que el resultado de la Cumbre sea alentador. No me parece que podamos considerar que se haya dado una respuesta decente ante la situación en la que se encuentra, concretamente, la economía y el Planeta en su conjunto. ¿Cómo podemos sentirnos satisfechos como Berlusconi, o aceptar que se diga que el G8 se ha movilizado contra el hambre, porque se proponga crear un fondo de 20.000 millones de dólares? ¿Cómo no tener en cuenta que esa cantidad es unas 900 veces más pequeña que la que sólo Europa y Estados Unidos han dedicado a rescatar bancos irresponsables cuando no sencillamente corruptos? ¿Se puede considerar que poner esa cifra en tres años significa una verdadera “movilización” contra el hambre cuando cada día mueren entre 25.000 y 30.000 personas de hambre, cuando sólo en 2009 va a haber 100 millones más de personas hambrientas como consecuencia de la crisis económica? ¿Acaso es decente decir que eso es una medida contundente y comprometida, satisfactoria, contra el hambre cuando estamos hablando de una cantidad que es más o menos la misma que en un año malo como 2008 ganaron solo el Banco de Santander y el BBVA? Y lo que es peor, ¿cómo creer que esta vez los países ricos sí van a cumplir sus promesas y que van a movilizar de verdad esos recursos, algo que hasta ahora nunca, nunca, nunca han hecho?
No cumplieron su propio compromiso de 2005 en Escocia, no cumplen sus compromisos con los Objetivos del Milenio, no han cumplido tampoco con su promesa del año pasado de donar 6.400 millones de dólares para reforzar a la FAO. Nunca cumplen y ahora nos quieren hacer creer que están dispuestos a cambiar el mundo porque hablan de un compromiso mayor pero sin dedicar ni un minuto ni una sola línea de sus conclusiones a explicar por qué no han hecho lo que nos dijeron otras veces que iban a hacer. Como tampoco han cumplido sus compromisos relativos al medio ambiente que ahora pretende hacer creer que saldrán reforzados tras la Cumbre.
¿Cómo sentir satisfacción y no indignación cuando los líderes que han incumplido esos compromisos y ni siquiera se detienen a analizar su incumplimiento dicen ahora en sus conclusiones que “han decidido actuar resolutivamente para implementar decisiones para erradicar la pobreza y el hambre”? ¿Acaso hay algo más resolutivo que cumplir inmediatamente con las demandas de las Naciones Unidas, o con sus propios compromisos anteriores? ¿Por qué no se limitan a cumplir con sus propias propuestas y promesas? ¿Es satisfactorio que se acuerde que los líderes de los países más poderosos del mundo van a llegar al acuerdo de acordar que hay temas sobre los cuales son necesarios acuerdos para alcanzar respuestas eficientes? ¿Acaso no están claros esos problemas y no están sus soluciones desde hace años sobre la mesa, propuestas por cientos de organizaciones civiles, por las Naciones Unidas, por instituciones o científicos y otros líderes de todas las tendencias? ¿Cómo creernos que su “compromiso para promover la salud global” es sincero si para alcanzarla bastaría con que hicieran frente a las obligaciones que ellos mismos establecieron al respecto en los Objetivos del Milenio? Y, ¿cómo no pensar que eso es puro humo si al mismo tiempo no se habla de aumentar el gasto público y de establecer sistema sanitarios públicos que es lo único que puede garantizar un objetivo como ese?
Los documentos del G8 vuelven a estar cargados de palabrería. E incluso de mentiras, como cuando dicen que "los mercados abiertos son la llave del crecimiento económico y el desarrollo". Una clamorosa mentira porque ni uno solo de los países que ahora afirman eso ha llegado a su situación actual de desarrollo privilegiado renunciando a la protección o abriendo sus mercados. Es más, ni siquiera ahora lo hacen, o lo hacen solo en los ámbitos en los que, protegiéndose, han logrado hacerse ya con el dominio de los mercados.
De esta manera, el G8 no busca ayudar a los países pobres sino que lo que hacen en realidad es "quitarle la escalera", en la expresión de Ha-Joon Chang, que ellos utilizaron para que ya no puedan subir hasta su exclusiva y privilegiada posición. El G8 vuelve a mencionar los acuerdos de las reuniones de Washington y Londres del G30 sobre la crisis financiera pero sin promover ni un solo avance, sin concretar ni una sola medida que sirva de impulso o para galvanizar actuaciones efectivas. Es más, habla de adoptar medidas que tengan en cuenta la situación de los más necesitados y de los países más pobre pero no se menciona ni una sola que comporte la seguridad de que eso es lo que va a ocurrir. Todo lo contrario, porque textualmente se afirma que ese beneficio de los más pobres va a ser el resultado del relanzamiento del crecimiento económico que va a provocar la apertura de los mercados. Una quimera (u otra mentira) tan grande que, como está siendo evidente, ni ellos mismos se la creen y ponen en marcha otros tipo de medidas intervencionistas.
Ulises se hizo amarrar al mástil de su barco para evitar el canto de las sirenas. Nuestra tabla de salvación no puede ser otra que un proyecto social distinto al de los poderosos que crean los problemas y luego cantan para hacernos creer que son ellos quienes tienen las soluciones.